Otaberra, Elisa Victoria
Elisa Victoria (Sevilla, 1985) construye en Otaberra una particular percepción del tiempo a partir de la pérdida y la culpa, la percepción de Renata que, tras la muerte de Eusebio, su amigo de la adolescencia odiado y tratado por un hereje por los habitantes del pueblo, impedirá a la protagonista vivir el presente, pues su tiempo, el personal y anímico, permanecerá ya para siempre en ese pasado y en ese pueblo.
En el libro Renata se nos presenta
como una prestigiosa bioquímica, una mujer que ha alcanzado reconocimiento y logros,
pero ante la charla que va a dar vuelve a sucederle lo de siempre: se activa el
“piloto automático” que la hará moverse, hablar y actuar por inercia. A partir
de ese momento descubrimos el carácter excéntrico y solitario de la
protagonista y esas constantes idas al pasado. Recuerdo con cariño el capítulo
en el que Renata rememora la relación con un chico mayor que ella, un chico que
le era infiel, que se aprovechaba de su dinero y que solo es capaz de abandonar
cuando se afeita, pues nunca le había visto el rostro, pero tras eso: << No
le gusta lo que ve. Le da asco, le da miedo, le da vergüenza haber besado
tantas veces esa cara despreciable, esa boca socarrona con la clásica expresión
de quien se cree muy listo y es un completo imbécil. Es un niño ruin, de la
pandilla, de los que juegan a reventar renacuajos muertos de risa…>>.
Porque tal vez Renata sea también ese niño que revienta renacuajos, o al menos
se siente como ese niño al rememorar cómo actuó en algunos momentos con su amigo.
La inocencia y ternura que también
envuelven a la protagonista la vemos en su relación con Eusebio, en las veces
que no supo defenderlo como merecía, por no haber estado a la altura antes de
su muerte y es entonces cuando a partir de la caja con recuerdos que conserva
de su amigo conectamos con otro eje fundamental de la novela: la escritura como
cura, como remedio de la soledad, como una forma de acariciar el pasado. Al
igual que Kate, la protagonista de La amante de
Wittgenstein de David Markson, Renata recurre a la escritura para ¿buscar
redención? ¿Para escucharse?, a veces siente la sensación de inventar, de
mejorar el pasado, pero luego se corrige <<Siente que ha jugado sucio
pero se pregunta si ha podido dar algún resultado más allá de la satisfacción
instantánea y la vergüenza.>>. Lo pasado no puede ser mejorado, lo
pasado siempre será igual, solo lo salva el recuerdo.
Este ha sido el primer libro que leo de Elisa Victoria y si
bien hay algunos aspectos que no me han gustado, como aquel juego narrativo de
los calcetines parlantes, me ha gustado la sinceridad y ternura que transmite
Renata, el recuerdo como obsesión y esa necesidad de escapar del presente como
cuando es lunes y uno está cansado y solo queda pensar, recordar, tal vez, el
domingo de antes, ese día de la calma y la cama sin hacer, el día del desayuno
en la terraza, sin prisa, tan solo el sabor de la mermelada manchando el
delicioso croissant.
Datos del libro:
Título: Otaberra.
Autora: Elisa Victoria
Editorial: Blackie Books
Número de páginas: 186
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